Hace un buen tiempo que vengo tratando de ponerle palabras a esta contradicción que siento con el actual panorama político del país. Por estos días más que nunca, ya que estando en Córdoba me tocó fumarme un acto variopinto coronado con la presencia de CFK. Al mismo tiempo me ha tocado explicarle la situación a varios extranjeros, y se hace difícil no caer en simplificaciones y que entiendan lo que a uno mismo le cuesta precisar. Y para rematarla, charlando con pibes que van a votar por primera vez, ha sido complicado argumentar para que valoren ese acto y tengan en cuenta las consecuencias del mismo, cuando al mismo tiempo les estoy asegurando que a la larga se van a comprar unos cuantos buzones, quieran o no.
Esa dificultad tuvo ayer una solución inesperada y magistral en la nota que reproduzco a continuación. Es brillante y comparto la opinión de quien la escribió, Sergio Job, a quien no conozco personalmente. Espero les sirva su lectura y les permita plantearse qué van a hacer en este año electoral y en los que lo separarán de los próximos comicios, y así sucesivamente (a fin de cuentas, política no es sólo votar cada 2 o 4 años).
El espinoso sujeto*
El kirchnerismo es difícil de asir, cuando alguien intenta aprehenderlo y cree que lo había logrado, se escapa por la otra parte, es un fenómeno complejo, contradictorio, con sus buenas, sus malas y sus peores. No se dice nada nuevo si se afirma que es incómodo. El kirchnerismo es incómodo para todxs. Sucede que para la intelectualidad local, aquello que no puede ser fácilmente encuadrado en sus casilleros previamente estipulados donde la realidad “debe caber a la fuerza”, es algo fascinante o detestable, dios o diablo, entra a la esfera mística y deja de ser un fenómeno social y político, de ahí sus fanáticos y sus detractores –también fanáticos.
A la derecha le incomoda la irreverencia y el no respeto de protocolos, el estilo de la cúpula kirchnerista, aunque obtenga ganancias descomunales gracias al modelo “nacional y popular”. Al PJ más clásico le molesta cierto discurso izquierdista (si escucharan al Perón de la resistencia les daría úlcera) y alguna tendencia a una transversalidad muy limitada, pero que la ven como amenaza, más allá que la apuesta kirchnerista a la estructura del mafioso PJ está fuera de toda discusión.
A las empresas transnacionales, si bien les molestan ciertos “amigos” del gobierno, como Chávez, o ciertos rasgos anti-imperialistas en la política exterior, ellos saben que lo importante son los números, y comprenden que nunca han ganado tanto como bajo este gobierno, y por eso son los socios más firmes que tiene. Mineras, petroleras, pesqueras, grandes pooles de siembra, son grandes aliados y quienes brindan la estabilidad que precisan sus gestores de negocios que se encuentran al frente del gobierno.
A cierta izquierda el gobierno los incomoda tremendamente, y llevan años tratando de encontrar por dónde meter un uppercut. El gobierno “les robó” el discurso (es decir, construyó un discurso muy similar al que durante años enarboló cierta izquierda y parte del progresismo), y como no tienen un movimiento real organizado, no tienen muy extendido el trabajo de base, no tienen, en fin, más que discurso, se quedaron sin nada. Los salvó de la desaparición y catástrofe total, las pocas cosas que han hecho de manera seria y continuada: la militancia juvenil y la militancia obrera. Por un lado, dejaron al desnudo el estado catastrófico en que se encuentra la educación en el país, por medio de tomas y reclamos, mostrando una juventud que no se conforma con discursos oficiales y migajas. Y por otro lado, hicieron visible lo impresentables, mafiosos y asesinos que son los socios “obreros” del gobierno, esa burocracia sindical traidora y entreguista que ahora hasta habla de “un gobierno de los trabajadores”. Impresentables. Y asesinos.
A otra izquierda, esa más popular, que también llaman independiente, nos incomoda muchas veces, porque el laburo de base de muchas organizaciones kirchneristas no dista mucho (al menos no para un ojo no militante) de lo que muchxs de nosotrxs hacemos en lo cotidiano en los barrios, y encima tienen mucho dinero. La diferencia está en cómo se consiguen las cosas, en la acción directa, en el proyecto a mediano plazo, en la democracia de base (aunque algunas también hablan de esto, y de poder popular), incluso muchas de las organizaciones de base del kirchnerismo hasta hablan de socialismo. La diferencia está en la revolución en todas sus dimensiones, en la no resignación con migajas, ni en el conformismo con simbolismos y gestos.
Y nos incomoda, porque el kirchnerismo plantea la dicotomización del campo político, todo es blanco o negro, es K o anti K, y muchas de nuestras organizaciones consideran que existen algunas pocas medidas de este gobierno (que no es nuestro) que son positivas, y que deben sostenerse. Como también consideramos que la inmensa mayoría de las medidas tomadas son favorables a intereses foráneos, que tienen que ver con necesidades propias del capital transnacional, e incluso que son abiertamente antipopulares (baste como ejemplo los 6.500 gendarmes que en 2 meses el gobierno mandó a la calle). Y entonces nos incomoda, porque la mayoría de las organizaciones (de derecha e izquierda) entran también en ese juego sin matices, entonces para la izquierda somos kirchneristas, y para los kirchneristas le hacemos el juego a la derecha. Para la derecha más recalcitrante seguimos siendo lo mismo: zurdos, negros de mierda, piqueteros, subversivos. Pero también para mucha de esa derecha el kirchnerismo es lo mismo.
A todo esto debemos sumarle que como nosotros tratamos de identificar matices, como entendemos que en la vida no todo es blanco o negro, entre las filas kirchnerista (lamentablemente) hay algunxs que sentimos como compañerxs, contrario a lo que sucede entre la militancia macrista (por poner un ejemplo) donde son abiertamente enemigos: gorilas, derechistas, golpistas, racistas, etc., etc.
Y quizás para quienes más incómodo es el kirchnerismo es para los propios militantes K. Un día salen e identifican a De la Sota como el representante de lo peor del neoliberalismo en Córdoba (que lo es), y al día siguiente le militan la campaña. Claro, es táctico te dicen, es la forma que tenemos de meter legisladores. ¡Ja! Es táctico. Y lo que no es táctico es estratégico, y lo que no, son “las contradicciones del proyecto”, y lo que no “son los sapos que hay que comerse”, y lo demás “es que la derecha no nos deja”, y cuando los argumentos se vuelven insostenibles es que si no “se vienen la derecha”. En esa dinámica son capaces de justificar cualquier cosa.
Y cuando digo cualquier cosa, es cualquier cosa: Menem, De la Sota, minería, petroleras, pagos al FMI, gendarmes en la calle, el hambre que sigue, el desempleo, Boudou, Moyano, varones del conurbano, gatillo fácil, fortalecimiento del aparato represivo, Urquía, Giacomino, concentración de las tierras, represión en Santa Cruz, en Formosa, en Córdoba, en Buenos Aires (todos con gobiernos K), en Andalgalá, las ganancias exorbitantes del capital financiero especulativo, las bancas. Y falta una enorme lista. Lo más asombroso de todo es que siempre tienen una justificación, siempre.
La militancia K se ha vuelto una máquina de justificar lo injustificable, y es una pena, realmente lo es. Todavía uno encuentra en sus filas compañerxs, con quienes hasta hace unos años compartía la calle, y que hoy parecen fanáticos religiosos defendiendo su dios, en lugar de sujetos políticos que hacen, y como todxs están expuestos al error, a la duda, al desacuerdo. “Necesidades del proyecto hegemónico” me decía un compañero el otro día cuando me lamentaba de varios ejemplos que perdieron toda capacidad crítica, toda capacidad de acción política independiente al margen de lo que dicta (y de qué manera) 6, 7, 8.
Quizás la incomodidad es parte estructural de la política, de los procesos históricos cuando no son simplificados bajo trabajos ideológicos de pésima capacidad analítica como aquel tan vociferado “fin de la historia” del nefasto Fukuyama. Sin embargo, a pesar de la incomodidad, existen tendencias, y existen en medio de tanta contradicción, cuestiones estructurantes y cuestiones secundarias. Identificar hoy esos ejes es lo que nos puede ayudar a que sin dejar de percibir los matices, las contradicciones, las buenas y las malas, podamos elegir una trinchera desde la cual dar la batalla. Y esos elementos estructurantes no surgen por capricho, no se eligen como quien decide qué pantalón ponerse hoy, sino que tienen que ver con la estructura misma del sistema.
En el sistema capitalista lo estructurante es la economía, y la estructura económica en Argentina no se ha tocado de modo sustancial. En el sistema imperialista actual, nuestro lugar es el de país suministrador de materia prima, y eso lo seguimos cumpliendo al pie de la letra. Lo que necesita el capital extractivo que está destruyendo nuestra tierra es: estabilidad social porque son procesos productivos a mediano plazo, y el gobierno lo garantiza a la perfección.
En el sistema biopolítico de dominación y control que han desplegado los poderosos a nivel mundial, lo que dictan los manuales es militarización, crecimiento y fortalecimiento de las policías locales, concentración en las ciudades, inseguridad para todxs, miedo y sumisión sin crítica, y todo eso anda en alza por estas tierras.
Lo que piden los dueños del mundo es capitalismo serio, nada de socialismo, nada de democracia de base, nada de pueblos que quieran opinar: el gobierno es el mejor garante (y cómo insiste Cristina en eso) de la institucionalidad burguesa.
Mientras esas cosas no cambien, a pesar de la incomodidad, nuestro lugar está en otro lado, está en la apuesta a la construcción desde abajo de un proyecto liberador, que avance hacia el socialismo, hacia la dignidad del conjunto de la población y la defensa de la vida de cada persona por sobre los intereses de cualquier grupo económico. Mientras la vida no sea el criterio primero para pensar y hacer política, sabremos que ese proyecto no nos contiene.
Construir algo verdaderamente incómodo para los dueños del país y del mundo (que son los mismos) es el desafío, no ser sólo el novedoso producto del mercado político con matices rebeldones y formas incómodas de asir, sino ser un proyecto (y una realidad) incómoda y revolucionaria, que como pueblo podamos avanzar incomodando verdaderamente a diestra y siniestra (sobre todo a diestra) a quienes intentan imponernos un futuro “menos peor”, y no nos dejan por el contrario construir el futuro que de conjunto decidamos para todxs. Construir una incomodidad tan incómoda que no quede ladrillo en pie en esta patria que no sea popular, alegre y socialista, en eso andamos.
* El autor es integrante del Colectivo de Investigación “El Llano” y militante del Movimiento Lucha y Dignidad en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba.